Los caminantes del desierto

Erick Sebastian Medrano Avila

El fuego cruzado a mis espaldas, la obscuridad de la noche me cobijaba y me ocultaba lo suficiente como para no ser visto por el enemigo mientras trataba de escapar de la terrible zona de guerra, en la cual mis compañeros habían perdido la vida, por manos de la milicia rebelde.

Arrastrándome, logre escapar de la zona conflictiva, pero aun no dejaba el peligro atrás, alguien podría verme y entonces estaría perdido, ya que lo que me mantenía a salvo en aquel momento era que nadie sabía que aun estaba vivo.

La misión de rescate había fracasado ya, estaba solo ahora, no podía quedarme porque lo más probable era que me descubrieran, pero tampoco podía huir al fácilmente, ya que todas las carreteras o rutas posibles estaban bloqueadas por la milicia, así que no me quedo más remedio que tomar el único camino posible, el desierto de Zhiree.

A escondidas logre robar agua de un pozo cercano, deje mis cosas, por lo menos las más pesadas como la k-4, las granadas y la mochila grande, quedándome solamente con lo más compacto como la 9mm y el cuchillo de supervivencia, por si las llegara a necesitar, tome el galón con agua y un paquete con barras energéticas, las cuales serian mi único alimento.

Fue así como emprendí mi viaje a través del desierto de Zhiree, al principio bajo el infernal sol matutino y medio diurno el cual ardía sobre la blanca y blanda arena, pero, en un momento inesperado aquel sol desapareció y la arena empezó a convertirse en tierra seca y concreta, el desierto se torno gris y el calor desapareció notablemente, lo cual facilito mi viaje por aquel extraño mar de nada.

Fue así como emprendí mi viaje a través del desierto de Zhiree, al principio bajo el infernal sol matutino y medio diurno el cual ardía sobre la blanca y blanda arena, pero, en un momento inesperado aquel sol desapareció y la arena empezó a convertirse en tierra seca y concreta, el desierto se torno gris y el calor desapareció notablemente, lo cual facilito mi viaje por aquel extraño mar de nada.

La locación más próxima y mi objetivo principal era el pueblo de Hurlhtuk, el cual permanecía neutro en este conflicto local, era mi única salvación, pero para llegar tenía que cruzar el desierto, el cual no conocía del todo, pero sabía que tenía que caminar hacia el Este, así que confiaba en que no me perdería.

La noche cayo, pero a pesar de ser un desierto no hacia frio en absoluto, por lo que necesité algo cálido para dormir y la falta de alimañas o insectos en toda el área me permitió dormir en el suelo. El segundo día de viaje fue exactamente igual, sin sol ni calor, otro día monótono y aburrido, el cual transcurrió lentamente, hasta el anochecer.

El tercer día llego y se fue de la misma forma que el primero y el segundo día, pero por más que miraba y caminaba hacia el frente no podía ver ni señal de un pueblo o por lo menos de una montaña, solo había desierto hasta donde se extendía la vista.

Para el cuarto día ya estaba desesperado y terriblemente cansado y para el quinto día ya casi enloquecía, pero no fue hasta la sexta noche que perdí por completo la cordura.

Mientras dormía, escuche como si algo raspara el suelo, como si arrastraran una roca contra el árido suelo desértico, así que desperté y al alzar la vista me encontré con aquellas criaturas horribles y deformes, su forma era casi humana, pero su cuerpo tenia mas la forma de un cilindro que un cuerpo normal, caminaban en dos pies o por lo menos eso parecían y sus brazos era muy largos y no parecían tener dedos, pero lo más perturbador era sus rostros, ya que en la cabeza, la cual parecía más bien un enorme cráter, no había nada, no tenían boca ni ojos ni nariz ni pero ni nada y el color de las criaturas era del mismo color del suelo, lo cual me causo la impresión de que flotaban en el aire.

No moví ni un musculo, hasta que más o menos se retiraron, fue entonces cuando retome el aliento y pude reaccionar, pero no fui capaz de hacer algo, no sabía que eran esas cosas así que simplemente las deje caminar, por cierto, eran nueve criaturas totalmente iguales en forma, tamaño y andar.

No sé en qué momento retome el sueño o me desmaye, pero el día me despertó, ya que la ausencia de sol no lo hizo, continúe mi desesperado viaje por el maldito desierto de Zhiree, nuevamente sin resultado alguno.

Espere esa noche, ya que sabía que esas criaturas monstruosas volverían a pasar, no logre conciliar el sueño, era algo imposible ya que no lograba comprender que era lo que sucedía en aquel desierto, ¿porqué no podía llegar al final del camino? ¿Algún día llegaría a salir de allí? ¿Que eran esas criaturas?

En un momento de descuido sentí como algo me paso por un lado, nuevamente me quede congelado ante el temor y el terror, pero esta vez logre reaccionar rápido, desenfunde mi arma, me levante del suelo y apunte a las horribles criaturas colocándome enfrente de ellos, pero estos no se detuvieron, continuaron su camino sin alteración alguna, quite el seguro y apunte a uno de ellos pero este no se detuvo y continuo caminado a dirección mía, esta vez me retire de su camino y baje el arma, ya que ahora sabía que no eran peligrosas.

Me acerque a uno de ellos y lo observe con detalle, no pude evitar intentar hablar con él, así que, temerosamente de pregunte: “¿Puedes hablar o puedes escucharme?”

“Si, puedo oírte y escucharte” Respondió el extraño ser, lo cual me causo una fuerte conmoción pero fui capaz de controlarme, esta vez pregunte: “¿Qué son?”

A lo que esa criatura me respondió: “Alguna vez fuimos humanos, humanos que decidimos caminar por el desierto, pero ahora hemos dejado nuestra forma física para caminar por siempre, ahora caminamos sin hambre ni cansancio, solo caminamos junto a la luna, hasta que el fin de los tiempos llegue”.

Nuevamente resalto una incógnita en mí: “¿Alguna vez fueron humanos?”

“Si, yo era un militar en mi pueblo, pero la llegada de los invasores hizo que yo y mis hombres huyéramos por el desierto, pero jamás terminamos el camino, todos murieron de hambre y de sed, yo decidí dejar mi forma física y caminar con ellos, y tú, ¿qué vas a hacer?”

“Yo quiero vivir, quiero llegar a Hurlhtuk, pero no he podido”

Pero esta vez la criatura me pregunto: “¿Crees que puedas lograrlo algún día?”

A lo que yo respondí:

“Si, algún día e de llegar”

Pero fue lo que él me dijo después lo que realmente fue de impacto, a pesar de que la situación estaba ya muy impactante: “Todos dijimos lo mismo en un momento, yo , tu, el, todos hemos dicho eso alguna vez y nadie ha llegado a ningún lugar, ni siquiera él, el que va al frente, el lleva mil años caminando, mil años a seguido a la luna, mil años y aun no ha llegado a ningún lado, que te hace pensar que tu si lo lograras”

En ese momento, entre en un terrible éxtasis de terror y negación y empecé a correr en dirección de los caminantes, dejándolos atrás, corrí por toda la noche y gran parte del día, aterrorizado por la idea de quedar eternamente atrapado en aquel desierto, pero por más que corriera ellos me alcanzaban cada noche, mientras descansaba de tanto correr.

Tres días he corrido sin parar, intentando dejarlos atrás o intentando llegar a Hurlhtuk, pero no he podido lograrlo, así que me temo que no hay más remedio, dejare mi cuerpo físico y me uniré a ellos, después de todo caminare eternamente por aquel desierto, mejor que sea acompañado por ellos y por la luna, hasta que el fin de los tiempos llegue y nos saque de esta maldición y dejemos de ser criaturas deformes en busca de un pueblo que jamás será alcanzado por nosotros, los caminantes del desierto.

La Llorona

Leyenda prehispanica

Los cuatros sacerdotes aguardaban espectrantes.

Me acerque a uno de ellos y lo observe con detalle, no pude evitar intentar hablar con él, así que, temerosamente de pregunte: “¿Puedes hablar o puedes escucharme?”

“Si, puedo oírte y escucharte” Respondió el extraño ser, lo cual me causo una fuerte conmoción pero fui capaz de controlarme, esta vez pregunte: “¿Qué son?”